El amor y la locura…


Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades del ser humano. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura les propuso:

– ¡Oigan! ¿Jugamos a las escondidas?

La intriga levantó la ceja. La curiosidad, sin poder mantenerse preguntó ¿escondidas? ¿qué es eso?. El entusiasmo danzó, seguido de la euforia. La alegría dió tantos saltos que terminó por convencer a la duda y a la apatía, que nunca se interesaban por nada.

Uno, dos, tres… comenzó a contar la locura. La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre cayó detrás de la primera piedra del camino. La fe subió al cielo y la envidia se econdió detrás de la sombra del triunfo, que por propio esfuerzo había conseguido llegar a la copa más alta del árbol.

La generosidad casí no logra esconderse, porque cada lugar que encontraba le parecía bueno para alguno de sus amigos. Si era un lago cristalino, ideal para la belleza, si era la copa del árbol, perfecta para la timidez, si era una rafaga de viento, magnífica para la libertad. Así que la generosidad terminó escondiendose en un rayo de sol. El egoísmo buscó un lugar bueno desde el principio, ventilado cómodo pero solo para el. La mentira se escondió detrás del arco iris. La pasión y el deseo en el centro de los volcanes.

Cuando la locura terminaba de contar, el amor no había todavía encontrado lugar para esconderse, pues todos estaban ya ocupados, hasta que encontró un rosal y cariñosamente decidió esconderse entre sus flores.

La locura concluyó la cuenta y comenzó la búsqueda. La primera en aparecer fue la pereza apenas a tres pasos de una piedra. Luego sintió la locura vibrar a la pasión y al deseo en los volcanes. En un descuido encontró a la envidia y claro pudo deducir donde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo que buscarlo pues salió disparado de su escondite que era en verdad era un nido de avispas. La locura de tanto caminar sintió sed y al proximarse a un lago descubrió a la belleza.

La duda fue más fácil de encontrar pues estaba sentada sobre un cerro sin decidir donde esconderse. Así iba la locura encontrandolos a todos. Al talento entre la hierba frezca. A la angustía en una cueva oscura. La ira entre rayos y tormentas. Pero el amor no aparecía por ningún lugar y la locura lo busco detrás de cada árbol, debajo de cada roca del planeta y encima de las montañas.

Cuando la locura estaba apunto de darse por vencida, encontró un rosal y comenzó a mover sus ramas, entonces escuchó un grito doloroso pues con una espina había herido al amor en los ojos. La locura no sabía que hacer para disculparse, lloró, rezó, imploró, pidió perdón y prometió ser su guía para siempre.

Es por eso que desde entonces el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.

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